lunes, 11 de noviembre de 2013

La ladrona de libros

  Original. Esta es la palabra que mejor describe esta novela. ¿Por qué? Por dos razones principalmente.
   En primer lugar, el narrador. Estamos acostumbrados a dos tipos de narradores: el narrador protagonista, en el que es el personaje principal quien cuenta la historia; o el narrador omnisciente, que lo sabe todos sobre todos. Pero ¿qué ocurriría si se unieran ambos tipos? Eso es lo que ha hecho Markus Zusak que ha convertido a uno de los personajes principales en su narrador omnisciente. ¿Cómo es eso posible? Lo es porque la narradora es la muerte. No la típica Muerte macabra y despiadada de las películas de miedo, sino una con sentimientos yu pensamientos que se dedica a recoger las almas de los muertos y que, en un momento dado, se interesa por la vida de una niña alemana, Liesel Meminger.
  Y en segundo lugar porque nos traslada a la Alemania nazi. Sé que hay montones de libros que hablan sobre los nazis, desde El diario de Ana Frank hasta El niño con el pijama de rayas de Hohn Boyne pasando por el Falsificador de Pasaportes de Cioma Schönhauss, pero si nos fijamos, las historias que estas nos cuentan están vistas desde la perspectiva de aquellos que sufrieron la represión del gobierno alemán de aquella época. Lo que es raro es encontrar un libro donde se cuente una historia sobre aquellos que se encontraban en el medio, los alemanes civiles que tuvieron que soportar el yugo del gobierno nazi en silencio, viendo lo que ocurría a su alrededor pero con miedo a hacer algo y sufrir las represalias.
   Todo esto unido a la atrayente y aparentemente simple historia de una niña amante de la lectura, junto con una escritura fluida aderezada por los comentarios y detalles que la Muerte, inexorable narradora, nos va señalando a lo largo de toda la novela y, sobre todo, un conmovedor final hacen de esta novela de Markus Zusak una auténtica belleza liberaria.

Paula Vega García

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